Si hay un factor de riesgo que condiciona, aumenta y predispone al descontrol de todos los demás factores, ese es, sin duda alguna, el estrés.
El estrés es un sentimiento y como tal, hay que asumir que se tiene, pero también hay que saber canalizarlo. Puede haber estrés agudo, motivado por la necesidad de controlar una situación de peligro, y que todos sentimos en algún momento; y estrés crónico, que dura un tiempo prolongado, y que suele estar motivado por problemas familiares, laborales o económicos. Este último es un factor de riesgo cardiovascular.
El estrés precisa una actuación definida, cuidadosa y profesional. Modifica para mal a cualquiera de los otros factores de riesgo. Provoca descontrol de la tensión arterial, de la diabetes, de la alimentación, de la inactividad física, del tabaquismo y del colesterol. Por lo tanto, es un favorecedor de la aparición y de la persistencia del resto de factores de riesgo.
Altera calidades y funciones de relación interpersonal, de la libido, del sueño y de nuestra animosidad. Se secreta más adrenalina, que además de elevar nuestra tensión arterial y nuestra frecuencia cardíaca, provoca que comamos mal, lo que conduce a la elevación del colesterol y de los niveles de azúcar en sangre. De esta manera, también aumenta la secreción de cortisol, que consumiendo un precursor de la androsterona, nos provoca ansiedad, ira y depresión.
La coexistencia de varios factores de riesgo hace peligrar nuestra salud de forma considerable. El estrés nos ayuda, en detrimento de nuestra salud, a modificar nuestros hábitos de vida.
La cantidad de síntomas físicos y emocionales provocados por el estrés, son fácilmente reconocibles: diarreas y estreñimiento, mala memoria, dolores y achaques frecuentes, cefaleas, falta de energía, falta de concentración, rigideces, cansancio, cambios de humor y dermatitis.
Todo ello sin contar con los derivados de la exacerbación de otras dolencias dadas por el resto de los factores de riesgo, como los de la obesidad, de la diabetes, del colesterol, de la tensión arterial, del tabaquismo o de la inactividad física. Podemos resumirlos en cansancio, malestar general, dificultad en el sueño, y lo que yo resumiría como falta de gusto por vivir.
Conocer nuestro estado de salud mediante Chequeos Preventivos Anuales (CPA) y controlar nuestra salud mediante Consulta Médicas (CM), es la mejor forma de prevenir el estrés crónico o, en su caso, de combatirlo y tratarlo. Esta es la labor de El valor de tu salud y la especialidad de su Director, el Dr. Pedro del Castillo-Olivares.
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