La rutina, nuestras obligaciones y responsabilidades nos dejan poco tiempo para poder practicar ejercicio de forma habitual y con un ritmo constante. Esta falta de tiempo hace que cuando podemos hacerlo, intentemos sacar el máximo rendimiento a la actividad que realizamos y, en ocasiones, esto puede ser contraproducente. El efecto negativo reside en el sobreentrenamiento o el intento de la superación de los límites.
Normalmente nos planteamos 3 cuestiones a la hora de hacer ejercicio: cuál es el entrenamiento más adecuado, cuántas sesiones semanales necesitamos y, sobre todo, cuándo veremos resultados.
Un estudio realizado por la Universidad de Londres ha revelado que las personas que logran entrenar de forma continua lo hacen unas dos veces por semana y no más de cuarenta minutos en cada ocasión. Además los ejercicios que se suelen realizar se centran en una dinámica concreta. El problema de focalizarse un día en la masa muscular y otro en los ejercicios aeróbicos es que el estímulo al que se somete al cuerpo es insignificante, aun cuando se termina extenuado.
Las conclusiones del estudio inglés han asegurado que son 66 los días necesarios para generar o cambiar un hábito para conseguir una meta planeada. En realidad, con poco tiempo para realizar el ejercicio físico, pero combinando el trabajo de fuerza y el aeróbico se consigue la mejor opción para alcanzar el máximo rendimiento.